Es un tema cultural, que nos trasciende y que no tiene que ver con lo que pensamos individualmente, sino que es un colectivo de ideas que sostienen que el pedido de ayuda nos hace ver o parecer más débiles.
Ser autosuficientes, “poder con todo”, pareciera estar asociado al éxito y a una personalidad triunfadora. Por otro lado, el pedido de ayuda está asociado, en nuestra cultura, a lo femenino, y por ende a la debilidad (siguiendo la línea arcaica e incorrecta de que el sexo femenino es débil, y en contraposición el sexo masculino DEBE ser fuerte). Décadas y más décadas tendrán que pasar para que los cambios culturales actualicen sus “bases de datos”, que borren estereotipos.
Entre tanto eso ocurre, nuestra vida transcurre. Y tenemos que aprender que pedir ayuda, es empezar a transitar un camino de cambio, de mejora. En primer lugar, porque nos aleja de la soledad del dolor, y luego porque nos permite encontrar apoyo y una oportunidad para que sea lo que sea que requiera de ayuda, no se enquiste, no se instale de manera definitiva.
Busquemos ayuda a tiempo. En todo vale esta expresión, no sólo en las emergencias. Buscar ayuda a tiempo también nos hará sentir mejor antes, nos permitirá encontrar alivio, sentir que nos ocupamos y que dejamos la pasividad para tomar acción sobre aquello que nos está causando malestar y angustia, en definitiva sobre aquello que nos duele.
Recibir ayuda para estar mejor no nos hace débiles, por el contrario, nos muestra decididos y valientes para encarar todo aquello que nos esté causando malestar, congoja, estrés, displacer o problemas laborales y familiares.
Las personas resisten con mucha determinación los embates de la vida. El ser humano tiene una gran capacidad para adaptarse y encontrar sentido a las experiencias de la vida, sean estas traumáticas o no. La ayuda es un vehículo para alcanzar un estado de mejora antes y aliviar el dolor.